jueves, 18 de junio de 2015

La alianza regional por la agricultura




La alianza regional por la agricultura

Acaso el Perú se funda en un gran mito: que somos un país “exclusivamente” agrícola. Eso no es exactamente cierto. Nuestra geografía es como una venganza. La sierra cubre más del 57% de la superficie nacional (solo 3 millones de tierras productivas frente a los 22 millones de extensión)  Esa es la sierra llena de cañones, pendientes, nevadas y si aplanáramos el Perú sería del tamaño del Brasil actual. Dominar la venganza de la geografía llegó incluso a ser un arte. En el Cusco, en Moray los incas edificaron un complejo sistema de microclimas a través de andenes para experimentar con cultivos. Por eso no somos -como lo dijimos- “exclusivamente” un país agrícola, nuestra sierra impone -a diferencia  de la llanura del Brasil o las pampas de la Argentina- desafíos y costos muy altos.

Nuestra región tampoco es esencialmente agrícola y si queremos convertir la extensa y árida costa y las pendientes de la sierra en tierras productivas tendremos que hacer una alianza regional, un pacto por la agricultura.
Como casi todo, el desarrollo comienza desde la política. Indhira Gandi logró la “revolución verde” para eliminar la hambruna que asoló la India y que le obligó pedir favores a los Estados Unidos en tiempos de la “guerra fría”. Augusto Leguía murió añorando el proyecto de irrigación Olmos en Lambayeque. La política puede hacer grandes cosas. Por eso  ha sorprendido que desde el Gobierno Regional de Lima la realidad no supere la voluntad política surgida en campaña y empeñada a los agricultores que también saben votar porque son ciudadanos.
Si algo falta es un proyecto regional, eso no está a discusión. Ni Mufarech, ni el primer Chui o Alvarado -con sus luces y sombras- tuvieron un proyecto para la región que trascendiera los cuatro años. La agricultura, es parte de  ese “olvido”, si cabe la palabra, y ha sido dejada -como siempre- a la iniciativa individual de los campesinos que a pesar de la tosca geografía han vuelto a capitalizar las tierras y volverlas productivas. Allí donde la política sigue fallando han sido los campesinos (pequeños y medianos empresarios para ser preciso) y su inventiva quienes han vuelto competitivo el agro regional. Los milagros se tocan: la chirimoya en Huanangui y Cumbe, el melocotón “huayco rojo” en la cuenca de río Huaura (Parán, Lacsanga, Paccho, Musga) la fresa y los “berrys” en Végueta, Huaral y Huaura. Todos estos “ejemplos” han superado largamente al maíz y al algodón, productos banderas del campesinado de hace treinta años.
Así como “El Dorado”, la tierra donde según el mito había oro por doquier nunca existió la gran estrategia de desarrollo del agro en la región es la más pura abstracción. Por eso es necesario una gran Alianza Regional por la Agricultura con políticas y lineamientos claros para volver a ganarle la partida a la geografía, ampliar la frontera agrícola, tecnificar el agua, hacernos competitivos y mejorar las cadenas productivas añadiéndole valor agregado, es decir hacer una revolución de la agricultura. ¿Cómo lo hacemos? Propongo cuatros ideas fundamentales:
La primera premisa es el financiamiento del agro. Contrario a lo que piensan muchos el desarrollo necesita de un “piso” de financiamiento. La voluntad política si no es acompañada por un presupuesto es inviable. Pero ese presupuesto tal como demanda la gestión moderna necesita de un “programa de inversiones” que haga visible la brecha de infraestructura en el agro. Hace algunas semanas el Gobierno Regional de Lima ha asumido el Procompite como política para mejorar la competitividad del agro. Eso será imposible. A destinado algo más de 6 millones de soles para 27 planes de negocio divididos en 9 cadenas productivas. Eso sencillamente es atomizar el presupuesto sin estar concertado en un programa de inversiones moderno, herramienta que no existe. Lo que el agro necesita dentro de la estrategia es un Programa Regional de Competitividad Productiva donde se junte el presupuesto destinado a fondos concursables y proyectos de inversión (SNIP) amarrados a un programa de inversiones que oriente la planificación.    
La segunda premisa es innovación y tecnología es decir “valor agregado”. Se puede generar mayor valor agregado modernizando el sistema de riego por gravedad a uno tecnificado. La superficie agrícola ociosa a nivel nacional tiene una razón: la falta de agua. La revolución del agro empieza con el agua. La tercera sería infraestructura básica, es decir servicios básicos (agua potable, alcantarillado, carreteras, caminos) Huanangui (chirimoya) por ejemplo no tiene una carretera que lo acerque al mercado y Parán (durazno) no tiene agua potable. La cuarta es la alianza entre las universidades y el gobierno regional. Nuestra provincia tiene tres universidades privadas y una nacional. Una ventaja a diferencia de otras provincias. Pero la universidad debe ir de la ciudad al campo. No hay una estrategia sostenible en medida que no haya investigación que mejore y añade mayor valor a la cadena productiva.
Todas estas ideas son básicamente eso. Hay que lograr una alianza regional entre el estado, el mercado, los campesinos (empresarios) con el futuro. Alguna vez el Barón de Río Branco dijo que el Brasil estaba “condenado” a ser grande. Nosotros también podemos condenarnos al fracaso o al éxito.    
Javier Iván Arenas

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